Antonin Artaud: Teatro de la crueldad
La escena y la interpretación según Antonin Artaud
La personalidad de Antonin Artaud, tanto en su aspecto creativo teatral como lo biográfico, fue en su momento muy controvertida. Sus detractores lo consideraban un enfermo mental, diagnosticado a posteriori, a partir de sus escritos, de esquizofrenia, mientras que sus seguidores y admiradores lo consideraban un innovador genial y un poeta visionario. Posiblemente ambas cosa no sean incompatibles y puedan darse en la misma persona a la vez, pues se trata de distinguir la fina línea fronteriza entre la locura y la genialidad creativa.
“Padezco una terrible enfermedad del espíritu, ando en constante persecución de mi yo intelectual”, confiesa él mismo en una carta a un amigo.
Artaud nace en 1896, el mismo año del estreno de “Ubú rey” de Alfred Jarry. Padeció una meningitis infantil que le dejó dolorosas secuelas, y ya en su adolescencia pasó temporadas recluido en sanatorios. Tartamudeaba y sufría dolorosas contracciones de los nervios faciales. A lo largo de su vida le resultó siempre difícil hablar y escribir. Vivió al margen de la sociedad, inmerso en una lucha constante consigo mismo. Con todas estas dificultades, optó por un difícil camino: escribir sus pensamientos, tratar de expresar sus ideas, sus luchas y sus contradicciones. Su expresión se encuentra en la ambigüedad entre los problemas de lenguaje que padecía y el rechazo del lenguaje convencional adquirido, la lucha contra la expresión rutinaria.
Tiene voluntad de reinventar el pensamiento y el lenguaje a través del cual éste se manifiesta. Dominado por su inconsciente, sólo lo separaba de los surrealistas su negativa a asumir un compromiso político, pues rechazaba el teatro defensor de ideas: del teatro sólo le interesaba lo esencialmente teatral. Fue actor, escenógrafo, adaptador, guionista y director de escena.
Dos hechos influyen definitivamente en la confirmación acerca de sus intuiciones escénicas:
–Su estancia en Berlín, donde se inicia en las ideas de Appia y en las técnicas de Reinhardt, y donde vio espectáculos de Piscator y de Meyerhold.
–Su asistencia a una representación del Teatro Balinés en la Exposición Colonial, que le inspira la idea de crear un teatro metafísico en Occidente, sobre los principios del teatro oriental.
¿Un teatro sin palabras?
En sus escritos sobre teatro, Artaud con frecuencia arremete contra la palabra en el teatro, lo que provocó que se le considerase el precursor de los espectáculos vanguardistas sin texto. Sin embargo, Artaud mismo, que era poeta, escritor y adaptador, no eliminó este elemento de sus espectáculos, sino que pretendió establecer una jerarquía teatral diferente.
“Nunca he dicho que la palabra careciese de importancia. He dicho que el teatro no debía limitarse a la palabra. Busco más allá de la palabra la razón de la palabra, y más allá de la gesticulación, un mito”.
Lo que se desprende de esto es que Aratud concede la mayor importancia a la puesta en escena, en la que la palabra es un elemento más.
“La puesta en escena es el teatro, lo es mucho más que la pieza escrita y hablada”
Busca, pues, una poesía del espacio, no sólo una poesía de la palabra. Investiga los gestos independientemente del lenguaje oral, los gestos–signos del teatro oriental. Trata de representar teatralmente una ascesis purificadora, los ritos reinventados y los misterios. El escenario debe ser un lugar de peligro, donde cada vez ocurra algo único, tanto para los actores como para el público.
–El teatro se convierte en una terapéutica anímica, tanto para el público como para los actores.
–El espectador deber ser fascinado, encantado, purificado por la liberación de su salvajismo interior, enfrentado a la violencia, a la agresión, a su propia crueldad.
–El teatro utiliza la magia, la brujería, las pulsiones primitivas.
–No se debe separar la sala del escenario, pues la acción debe rodear al público, que debe moverse para seguir varias acciones.
–Vibraciones sonoras, sonidos trepidantes, gritos y juegos de luz deben invadir la escena.
–El texto y la palabra surgen en el propio escenario, simultánea a lo visual y lo auditivo.
Los actores de Artaud
La frase de Artaud define su concepto de actor: “El actor es un atleta de lo afectivo”. Debe tener una actitud orgánica, pues de su “soplo”, que nace de lo profundo de su ser, surgen las pasiones. Debe conocer exhaustivamente su cuerpo, relacionando lo orgánico con lo psíquico. Así su trabajo se realiza desde su interior, desde su propia energía vital. Del mismo modo, trata su voz. El sentido y la implicación psicológica pasan a un segundo plano; debe buscar, como en el teatro oriental, la música de la palabra, su sonoridad, que habla directamente al inconsciente. La palabra será dicha como movimiento y el gesto tendrá la claridad de la palabra, pues estos gestos deben estar purificados de toda cotidianeidad. Se propugna una vuelta a las reacciones primitivas. Así también se prefiere el uso de máscaras o la caracterización del rostro como máscara.
Influencias sobre posteriores movimientos teatrales
Aratud mismo declaró lo que él consideraba su aportación a un teatro innovador:
–El tono teatral recuperado en toda su pureza y con toda su humanidad.
–El valor del sonido y de la palabra en la puesta en escena.
–El uso del espacio, de los objetos escénicos y de la luz para un ritual teatral fascinador.
–El movimiento y el gesto en toda su organicidad y primitivismo.
Lo que más profundamente influyó, sin embargo, en movimientos innovadores teatrales, está contenido en su obra “El Teatro y su doble”, y es fundamentalmente la exigencia de un teatro grave, metafísico, inspirado en el teatro oriental, con una actitud de violencia, de agresividad y crueldad en la expresión, y la búsqueda del soplo vital y el grito.
En el teatro del siglo XX se exploraron las vías abiertas por Artaud, en las experiencias de Beck y Malina (Living Theatre), en las ideas escénicas de Grotowsky (teatro pobre) o de Peter Brook y Jean Genet.
Antonin Artaud representa la concepción superlativa y la base fundamental de la creación de un artista de teatro contemporáneo.