Reflexiones sobre evaluación en Artes Escénicas

Primeros ejercicios

Los procesos de evaluación en esta asignatura de Artes Escénicas, del Bachillerato de Artes Escénicas,  Música y Danza,  son complejos, pues nos encontramos ante una materia que tiene en realidad tres áreas posibles de evaluación: la consecución de objetivos relativos a la práctica que se propone, de los conocimientos adquiridos en su parte teórica, y de las actitudes y valores que se alcancen en el desarrollo de ambas áreas. Por lo tanto, los instrumentos de evaluación también se tienen que diversificar en estas tres áreas, y, al mismo tiempo, cuantificar cuánto de cada una de ellas tiene que contribuir a la evaluación final.

Los instrumentos de evaluación en cada área tienen que ser diferentes, pues en unos primará el reflejo de los conocimientos adquiridos mediante pruebas escritas y orales, con puntos acerca de contenidos conceptuales, en otros se valorará la ejecución de acciones determinadas, resultado de un aprendizaje práctico, y en los últimos se tendrá que valorar la actitud, que comprende determinados valores y hábitos.

El horario en que se imparte esta asignatura está equitativamente repartido entre la parte conceptual o teórica (contenidos conceptuales) y la parte dedicada a la práctica escénica y el entrenamiento del actor. Ambas partes se consideran igualmente importantes y deberían tener en principio un porcentaje de valoración semejante. Según el porcentaje que se les adjudique respectivamente en los criterios de calificación, así se verá el valor que se les concede o qué parte se quiere potenciar por encima de la otra. El porcentaje que destinemos a valorar la actitud también marcará en qué medida queremos potenciar este apartado. Podría considerarse un aspecto más, que estaría quizás englobado en el apartado teórico o conceptual, que sería el de la elaboración de materiales propios, la investigación de temas concretos, los escritos personales acerca del trabajo y las críticas de espectáculos que se puedan emitir al nivel de conocimientos y preparación correspondientes.

En principio, podemos plantearnos si valorar al mismo nivel los conocimientos teóricos como las aptitudes y habilidades prácticas adquiridas. El alumnado en general es más propenso en general a ejecutar con más interés todo aquello que supone práctica escénica, pues no podemos olvidar que el teatro, la acrobacia, la expresión corporal, la improvisación, el juego dramático, las acciones colectivas y demás, no dejan de ser lúdicas, y suponen además un campo único de interrelación, por lo cual es muy raro que un alumno o alumna no se integre convenientemente en estas actividades. Su valoración puede depender del talento que despliegue en ellas, pero el talento no es un valor a calificar, sino qué haga el individuo con ese talento. Mostrando valores de integración, participación, colaboración e interés, lo que se juzgaría no es el talento, sino el avance que realice en las actividades propuestas desde el punto de partida inicial; por ejemplo, vencer la timidez, aventurarse a la participación en improvisaciones, lograr un dominio del espacio para personas con pocas habilidades en este sentido, es un logro tan grande como el que ya trae por su talento parte de estas habilidades o una aptitud previa. Cada alumno y alumna se valora en función de su punto de partida, teniendo en cuenta por otra parte unos mínimos exigibles.

Esto nos llevaría a potenciar los contenidos teóricos, que pueden ser comprendidos con las explicaciones de clase y con el estudio, por encima de los contenidos prácticos, en primer lugar para favorecer aquellos que tengan más dificultades con las sesiones prácticas, y por otra parte para que se entienda que en la preparación de un actor tiene una gran importancia el conocimiento teórico. Pero no puede ser hecho de este modo, si lo que se pretende es que ambas partes tengan la misma importancia.

Hay que reservar un 10% mínimo de la nota para la actitud participativa y el interés, tanto en las sesiones prácticas como teóricas, con lo cual nos queda un 90% para repartir equitativamente entre práctica y teoría. Sin embargo, si pensamos en favorecer el trabajo personal de investigación, de elaboración de textos, tanto creativos, como críticos, tendríamos que reservar otro 10% de la nota para este aspecto, con lo cual sería un 80% para repartir entre teoría y práctica. Dividido por dos, sería un 40% para cada uno de los apartados. Pero si nos fijamos, ese 10% destinado al trabajo personal participa de algún modo de los otros apartados: demostraría una actitud colaboradora y activa, demostraría la adquisición de conocimientos complementarios y quizás podria servir también como práctica, en el sentido de que lo es una crítica de un espectáculo o la fundamentacion teórica de una actividad concreta investigada personalmente. De este modo, los criterios de evaluación y calificación reparten la valoración del alumnado de una manera lo más equitativa posible, potenciando el equilibrio entre la práctica y los contenidos, y concediendo importancia decisoria a la actitud, pues ese 20% total repartido entre trabajos individuales y actitud en las horas lectivas, puede decidir la nota final de cualquier alumno o alumna.

~ por Fuensanta Muñoz en 1 marzo 2010.

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