¿Es la tauromaquia una de las Artes Escénicas?
Esta es una pregunta que dirijo al principio de curso a los que van a ser mis alumnos. La finalidad de esta pregunta es delimitar su concepto de Artes Escénicas y qué conocimientos previos traen. También les dirijo la misma pregunta respecto a un partido de fútbol y a una misa concelebrada con siete curas y toda la iglesia adornada, con un vestuario lujoso y cánticos.
Normalmente, no andan muy desencaminados en este aspecto. Por intuición saben que ninguna de las tres propuestas pueden ser consideradas artes escénicas. Pero lo que se sabe por intuición hay que corroborarlo con pensamiento y razones suficientes.
Los tres casos tienen en común con las Artes Escénicas el aquí y ahora de su realización, el uso de un espacio y un tiempo, y la unión de elementos auditivos y visuales, pero eso es todo. Las diferencias están en su función y finalidad, sobre todo.
Empezamos por lo más fácil, que es la misa concelebrada, cuando se sabe en qué consiste, que algunos no lo saben. Pues bien, lo primero que hay que saber es que una misa, concelebrada o no, es un rito, no una representación. Como rito, tiene sus convenciones, que pueden ser muy espectaculares, pero que no tienen la finalidad representativa que tiene el teatro, por ejemplo, ni la finalidad estética de un arte. Coincide con el teatro en que hay unos actuantes y otros que reciben y perciben la actuación, pero los sacerdotes no representan, sino que llevan a cabo un ritual, cuya finalidad es realizar la comunicación de un grupo humano con la divinidad. La estética, desplegada mediante el adorno, el vestuario especial, la iluminación, los cánticos y los recitados, tienen como finalidad disponer el ánimo de los fieles para su comunicación religiosa, no distraerlos ni recrearlos, ni representar casos humanos, ni la catársis, ni la crítica, ni nada que se parezca a las funciones del teatro, pues todo está al servicio de una idea no estética, sino religiosa. Al configurarse como rito, se trata también de una celebración o conmemoración de las relaciones de la divinidad con los seres humanos. Sabemos que algo de representación tiene en tanto en cuanto los ritos suelen incluir el relato de los mitos, en lo cual está en todas las culturas el origen de la danza, el teatro y la música, pero en sí mismo no es teatro ni representación escénica.
¿Y un parftido de fútbol? Tampoco. Menos aún. Se trata de un juego competitivo, que como tal puede ser un espectáculo público, y a veces muy espectacular, pero indudablemente no es una representación ni un relato mítico ni siquiera. Es un aquí y ahora, en el que dos grupos se enfrentan para lograr una victoria sobre otros a causa de su mayor fuerza y habilidad. No hay ensayos, no hay palabra, no hay pantomima. Todo es real y no imaginario, y además la estética no es la finalidad. Puede ser bonito en su género, pero no es su fin el estético ni es representación.
Con los toros tenemos un problema, pues en realidad un espectáculo taurino, aparte las consideraciones que cada cual pueda hacerse, es una mezcla de los dos casos anteriores: es rito y es competición. Es rito porque tiene una organización interna fija, en la que unos seres humanos se enfrentan a una fuerza animal salvaje y tienen que vencerla con su habilidad e inteligencia. El orden no se altera nunca y es muy preciso, incluso la actuación del público en sus manifestaciones está ritualizada. Los vestuarios sufren escasas variaciones de color y hay una relación de jerarquía entre los que actúan. Es competición espectacular porque el interés está en la lucha del hombre con la fiera y la emoción en saber quién ganará en esa ocasión. Como rito, se trata de una celebración, una fiesta o conmemoración, pero no de una de las Artes Escénicas.