Disciplina y flexibilización de las sesiones
En las dos sesiones prácticas de esta primera semana, dos asuntos me han hecho reflexionar y quiero exponerlos aquí, porque me sirve como depósito de experiencia pedagógica en Artes Escénicas para el Bachillerato y porque estas reflexiones quizás puedan ser de utilidad para el profesorado que ha iniciado esta complicada aventura este curso.
En primer lugar, quiero hacer una invitación a este profesorado, que posiblemente siga a menudo o sólo ocasionalmente este blog, para que cuenten a su vez sus experiencias, pregunten todo cuanto quieran, que si yo puedo, contestaré en la medida de mis posibilidades, y aporten sus críticas si así lo creen conveniente. A mí me sirven sus opiniones y aportaciones, del mismo modo que espero que a ellos les sirva mi trabajo y mis opiniones.
Pues bien, comienzo con el primer tema, el de la disciplina. En el diseño de las sesiones hago mucho hincapié en controlar que los alumnos y alumnas lleven la ropa adecuada y el calzado requerido. Esta ropa es su material básico de trabajo. Debe ser ropa cómoda, que no oprima -no valen vaquieros ajustados, por ejemplo-, aunque no impongo ningún tipo especial de chándal o mallas. Amplia y cómoda, flexible, nada más. Respecto al calzado, pido que sean zapatillas de gimnasia o de danza, muy flexibles, para poder trabajar los pies y los pasos, que no pesen y no tengan suela rígida. No es mucho pedir y hay que exigirlo. Por comodidad, desde luego, pero también como un principio de orden y disciplina, pues esa exigencia les crea la responsabilidad de presentarse adecuadamente en el espacio de entrenamiento, además de que el cambio de vestuario y de calzado los predispone ya a comenzar la sesión con otro ánimo. No hay que temer el ponerse en plan exigente y duro con ellos por estos aspectos; luego se agradece mucho y no impide el espíritu de libertad y confianza que el teatro requiere. Para las actuaciones en público, de aula abierta, y para ciertos ensayos generales, pido que tengan un uniforme muy sencillo y que cualquier joven actual tiene de antemano: un pantalón negro, del tipo que sea, con tal de que resulte ancho y cómodo, y una camiseta negra sin inscripciones ni dibujos. Este uniforme resaltará luego las acciones al aire libre o sobre la alfombra, para pequeñas actuaciones en el Insituto.
Hay que insistir siempre en el orden y en la disciplina, en marcar los lugares exactos en donde debe estar el material, las mochilas, los zapatos, etc. Hay que repartir responsabilidades: abrir y cerrar ventanas, preparar el equipo de música, controlar la asistencia de los compañeros, coordinar trabajos, etc. Un buen orden y una disciplina estricta desde el principio forma un grupo de trabajo cohesionado. El tiempo se aprovecha mejor. A este efecto conviene no relajarse por parte del profesor, no dejar pasar ninguna actitud incorrecta, no permitir posturas dejadas o negligentes, corregir siempre los errores con autoridad y tranquilidad.
El otro tema que merece ser explicado es la flexibilidad que la programación de una sesión de trabajo práctico, de entrenamiento, debe tener. En las dos sesiones programadas, dispuse dos ejercicios de coordinación de grupo y expresión corporal que luego no han sido realizada. En el caso de la primera sesión, me di cuenta de que los ejercicios de respiración y ocupación del espacio eran aún costosos para ellos y que, por lo tanto, había que dedicarles mucho más tiempo, aparte de que en las primeras sesiones aún no está constituido el grupo por completo, de modo que vienen alumnos, se van alumnos, hay que comprobar la lista de optativas, hay que pasar lista uno a uno, pues no se les conoce y no se controla quién ha venido y quién no, etc. Esto lleva más tiempo de organización que el requerido más adelante, cuando todo el grupo esté ya formado y nos conozcamos. Por tanto, los ejercicios quedaron sin hacer. Se pasaron a la sesión siguiente, pero ha resultado que en la sesión siguiente tampoco se han hecho, ni el ejercicio de la Ameba ni el de las Esculturas colectivas. Simplemente, el ambiente en clase era cálido, fluido, todo discurría bien, pero faltaba un ejercicio de conocimiento del grupo. Esto es algo que se intuye inmediatamente. El ambiente requiere algo que no está programado, y por tanto se trae a la memoria un ejercicio de este tipo que siempre tiene un gran éxito: «Yo te quiero, pero quiero más a…», un ejercicio de desinhibición, conocimiento y cohesión de grupo, cuyo desarrollo haré en la siguiente entrada. ¿Qué pasa con los dos programados anteriormente? No pasa nada, ahí están para otra sesión. El entrenamiento debe ser flexible.